Cultura Indigena

La maternidad, una historia de las tradiciones indígenas

blog madres indígenas

Desde que comenzamos a desarrollar este sueño llamado Bachué, me di cuenta de lo cercano que puedo sentirme al interactuar con las personas de las comunidades. Cada uno con una familia, un pasado, una historia para contar. Con cada colección que diseñamos en Bachué, viajamos a la comunidad para conocer más de su historia, sus representantes y su cultura.

Casi siempre que converso con alguien de la comunidad, trato de tomarme el tiempo en la conversación, una conversación sin afanes, donde no sólo se hable de trabajo, donde conversamos cosas que pasan en la cotidianidad de la vida.

Hace poco, conversando con Doña Marianita, la mujer que teje los chumbes para algunos productos de Bachué, terminamos hablando de la maternidad, yo en mi inexperiencia y ella con su conocimiento ancestral me ilustró mucho sobre lo que es ser mamá en su comunidad.

Comenzó contándome que prácticamente le tocó crecer a la fuerza… “Cuando se murió mi papá, mi mamá me sacó de la escuela y me tocó ayudar en la casa, quedé en segundo [de primaria], me tocó ayudar a mis hermanos porque yo era la mayor… Crecí y me casé, pensé que el trabajo iba a bajar, cuando lo que se venía era más trabajo” ríe.

 Doña Marianita siempre es cercana al hablar, es picara cuando conversa, entre la conversación ríe y dice… Eso fue hace ya mucho tiempo, ya estoy viejita.

Yo le respondo resaltando lo enérgica que ella es siempre, No Doña Marianita, ¡usted está muy entera! Y ella como siempre picara responde, Jajaja pero el esqueleto sí que está traqueando, cuando era joven si cargaba el guagua, el mercado y todo.
­Cuando habla del guagua, se refiere a su bebé y en ese momento se me ocurrió preguntarle más por su experiencia como mamá.

 Marianita, yo he sabido que tú tienes varios hijos, ¿cuántos son?

“Tuve nueve hijos. Mi mamá al casarme me enseñó a recibir al bebé: ponía la cobija en el piso, me arrodillaba y ahí alistaba todo, 3 dedos del ombligo del bebe [de distancia], córtelo y amarre con un hilo rojo, tiene que ser rojo para que no bote sangre y después del corte, se le echa al ombligo bejuco en ceniza para que no se intoxique.” [Me explicaba Doña Marianita cómo era el procedimiento para cortar el ombligo umbilical y como evitaban que resultara alguna infección después del procedimiento.]

Comenzó contándome con mucha pasión su experiencia, me encantó escucharla, que pureza con la que habla y mientras hablaba, yo pensaba… ¿que será el bejuco? No quise interrumpirla, seguí escuchando, para después investigar y darme cuenta que es una planta medicinal.

 

Cuanta información valiosa hemos perdido con la conquista, que desconectados estamos de esa sabiduría ancestral y que manchados estamos con el conocimiento que trajeron los conquistadores.

Ella siguió contándome un poco sobre el proceso después del nacimiento.

“Después comienza la dieta, es un mes completo y hay que apretarse la columna y arreglar la matriz para que quede en el mismo sitio, debe uno amarrarse los cinco metros de faja, entonces no queda barriga y la columna o el hueco se cierran. Si no hace esto, queda abierto por no fajarse. La matriz es como una boba y si no se faja no se arregla para que quede al sitio, yo que tuve nueve no tengo la barriga colgada. De nueve hijos están seis vivos. La primera murió a los 6 meses, nunca supe que le pasó, el cuarto se vino de pie y no supe que hacer ahí, se ahogó; y otro hijo murió en un accidente, hace 6 años”

Marianita, ¿todavía se conserva esa tradición? ¿Cómo se reciben ahora a los bebés?
“La hija ya no lo tuvo así, tuvo inconveniente y le tocó hospitalización, se vino el bebé, el líquido también y tocó llevarla al hospital.”

Esta conversación me encantó, y me dejó pensando mucho también. La medicina occidental sin duda ha permitido combatir a fuerza muchísimas enfermedades, ha logrado realizar pronósticos tempranos para el tratamiento y cura de miles de personas pero no deja de ser valioso el conocimiento que por miles y miles de años lleva transmitiéndose de generación en generación.

Sin bisturí, sin radiografía, sin anestesia, en medio de la selva, cientos de indígenas son curados de todo tipo de enfermedades por sus chamanes, que hacen uso de su única herramienta: la sabiduría ancestral de la madre naturaleza. “[1][Reconocen en un artículo académico de la facultad de medicina de la universidad del Rosario refiriéndose a la importancia del conocimiento ancestral de los pueblos indígenas.]

Tanta información que hay en el pasado que ya no conocemos, el conocimiento ancestral de las poblaciones indígenas, campesinas y de grupos étnicos puede ofrecernos beneficios únicos como humanidad, que nostalgia mirar ese lado de la historia, cuando la naturaleza nos daba todas las respuestas.

¿Qué queda ahora? Sensibilizarnos en un diálogo intercultural, en el que el indígena ya no es objeto de investigación, sino que se convierte en sujeto y protagonista de la misma. Se respeta su lenguaje, sus conceptos, sus ritmos y sus criterios[2]

Retomando mi conversación con Doña Marianita, una mamá para admirar, reflexiono acerca de honrar sus saberes, respetarlos y abrirnos para aprender de ellas, las mujeres y madres indígenas que transmiten de generación en generación la historia a través de su voz, sus manos y sus tradiciones.

Gracias Doña Marianita por dedicarme ese rato de aprendizaje… como siempre, terminamos la conversación con una frase que me encanta de ella, donde no solo importa el otro o el yo como individuo, si no el conjunto, la comunidad… “Chao Jenny, QUE ESTEMOS BIEN”.

 

Referencias

  1. https://www.urosario.edu.co/Universidad-Ciencia-Desarrollo/ur/Fasciculos-Anteriores/Tomo-I—2006/Fasciculo-1/ur/Medicina-indigena-y-occidental–dialogo-de-saberes/#.YJr4rrUzbIU

  2. https://www.urosario.edu.co/Universidad-Ciencia-Desarrollo/ur/Fasciculos-Anteriores/Tomo-I—2006/Fasciculo-1/ur/Medicina-indigena-y-occidental–dialogo-de-saberes/#.YJr4rrUzbIU

 

Escrito por: Jenny Fernández, líder de creación.

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